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La
selección de los alimentos, la vajilla o la lencería
de la mesa no eran cuestiones dejadas al azar en la corte de
los Reyes de Navarra, en los siglos XIV y XV, sino que eran
una buena vara de medir el estatus social. No todos los comensales
sentados a la mesa disponían de los mismos utensilios;
de hecho, la clase social más baja los empleaba de madera,
mientras que la nobleza podía utilizar cerámica,
cristal o incluso plata y oro en los días solemnes.
Tampoco faltaban los sistemas que
detectaran si algún plato o bebida contenía veneno.
Entre ellos figuraba el empleo de piedras preciosas que cambiaban
de color al estar cerca de alguna sustancia tóxica.
Dos eran las comidas diarias principales
en la corte del Reino de Navarra: la del mediodía y la
del anochecer. Tras la primera de ellas, Carlos III practicaba
habitualmente el saludable hábito de la siesta.
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Trasiego
del mosto en una clave del claustro de la catedral de Pamplona.
Servicio de Publicaciones del Gobierno de Navarra. |
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Los documentos históricos indican que la dieta alimenticia
en la Edad Media era variada, sobre todo para las clases económicamente
elevadas, y que el pan, la carne y el vino eran los alimentos
básicos. Era común el consumo de hortalizas,
verduras, siempre dependiendo de la estación del año
y del clima, mientras que las legumbres parecían estar
destinadas a los grupos sociales más bajos.
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Relieve
del cultivo de vid en Ujué.
Servicio de Publicaciones del Gobierno de Navarra. |
La fruta fresca estaba considerada
como un manjar por la mayoría de la población,
pese a que algunos médicos desaconsejaban su con-sumo.
El uso de especias y condimentos
en la preparación de los alimentos era habitual, por
una parte para garantizar su conservación y por otra
para beneficiarse de sus propiedades medicinales y ofrecer
al paladar, gustos contras-tados.
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